Reportaje
Una travesía desde los Andes hasta la Amazonía
Wigberto Rivero Pinto

Recorrer los más de 1000 kilómetros que unen La Paz con Guayaramerín en el extremo del Beni es todo un espectáculo de colores, sonidos, olores y sensaciones... La apacible, taciturna, blanquecina y frígida Cumbre llama a la paz. Son instantes extraordinarios porque desde ese lugar los paisajes empiezan a transformarse. Los ronquidos de pequeñas cascadas ya anuncian la metamorfosis natural del terreno, junto al serpenteo de pequeños riachuelos que con rapidez se deslizan hacia terrenos más bajos.

Atrás, los picos andinos nevados se van perdiendo. El gorjeo constante de pájaros y el croar tedioso de las ranas anuncian el alejamiento de la puna y el encuentro caluroso con la selva de los bosques tropicales del Amazonas. Pasan los minutos y el calor crece, así como las perlas de sudor que nacen en la frente y caen a las mejillas. Para unos, un placer y para los que no están acostumbrados, una curiosa incomodidad. Es un trajín camaleónico en el que el panorama lánguido y tristón se ha perdido para dar lugar a una visión chillona, bulliciosa y con música de floresta, una combinación de grillos, sapos, picaflores, parabas y otros improvisados miembros de la orquesta.

Al llegar a Yolosa se advierte el principio de la selva amazónica, que se forja gracias a las múltiples corrientes de agua provenientes de los deshielos de los Andes. Siguiendo la ruta hacia la selva, pasamos por Caranavi, donde un letrero reza "Bienvenidos a Caranavi, la Puerta de la Amazonía", seguimos hasta Kilómetro 52, luego Quiquibey hasta llegar a la población de Yucumo, una avanzada de colonizadores andinos en la entrada al departamento del Beni, desde donde se tiene que recurrir unos 100 kilómetros para llegar a Rurrenabaque (arroyo del pato en lengua tacana), donde ya se puede sentir el olor a la aventura, a lo inusual y enigmático.

En la Perla Turística del Beni la vida está dedicada a recibir a los visitantes que llegan a disfrutar de la naturaleza y de la cultura. Sus confortables hoteles y variados restaurantes hacen la posta pfrevia para ingresar a los destinos reconocidos mundialmente, como el "Parque Nacional  Madidi" y la Reserva de la Biosfera "Pilon-Lajas". Destacan los albergues ecológicos comunitarios  de Chalalán, Mapajo y San Miguel del Bala. Hasta Rurrenabaque han llegado personales como Brad Pitt y ejércitos de mochileros israelitas fascinados por el libro "Mi Retorno al Tuichi", escrito por Yoshe, un judío que se extravío en las selvas del Madidi por más de 40 días y logró sobrevivir. Su historia fue reflejada en un documental de  Discovery Channel.

En este punto limítrofe entre La Paz y el Beni, viven varias culturas como los mosetenes y chimanes, quienes se dedican a la caza, la pesca, la agricultura y la artesanía. Los tacanas, uno de los grupos más numerosos de la región, moran en las cercanías del Parque Nacional Madidi. Un gran número de indígenas ese ejjas se desplazan de manera itinerante por toda esta zona pescando y cazando para garantizar su sustento, como desde hace miles de años lo hacían sus antepasados. Por la carretera hay que tener mucho cuidado, pues en medio de ella pueden aparecer variados y confianzudos animales que se campean sin importarles el paso de las movilidades; así podemos encontrar lagartos, caimanes, camaleones, perezosos, carachupas, víboras y tantos otros, de las nativas criaturas que moran en la selva.
    
El traqueteo de los vehículos y el calor abrasador nos recuerdan a cada momento el lugar donde nos encontramos, asimismo, la facilidad para respirar nos llena de vitalidad y entusiasmo. Bueno, estamos en la parte tropical de la Bolivia de las mil caras. Avanzando hacia el norte, se pasa por llanuras, pampas y pastizales, donde se yerguen poblaciones como Reyes, sede del Vicariato Apostólico del mismo nombre, donde la ganadería se constituye en la más importante actividad económica.

Llegamos a Santa Rosa, población de tradición ganadera, pero ahora confiando su futuro en el ecoturismo, aquí podemos disfrutar de imponentes lagunas naturales con bellos y coloridos paisajes que las podemos recorrer navegando en rústicas canoas y también podemos conocer el Area Protegida Municipal Pampas del río Yacuma, rico en flora y fauna. Avistamos Las Petas, también llamada Triunfo, un pequeño pueblo que con su tradición todavía se resiste al progreso y Puerto Teresa, donde se pasa un puente sobre el río Yata que en lengua chacoba significa “atardecer” y desemboca en el río Mamoré en la frontera con el Brasil.

Después de recorrer muchos kilómetros de pampas y selvas, se pasa por el Triángulo, donde se bifurca la carretera a Cobija Pando, para llegar a Riberalta (Pamahuayá en lengua indígena), una mancha poblada en el corazón de la Amazonía, con sus calles anchas y con un piropo a medio decir de la modernidad; motocicletas van y vienen; las calles atestadas de personas vestidas al estilo tropical, con pantalones cortos, soleras y poleras que apenas están para tapar el pudor y burlar el calor.

Las avenidas embellecidas por jardines, nos invitan a disfrutar de un paseo con características citadino-selvático propio de una cálida ciudad. Encontramos una iglesia catedral que es el orgullo de los riberalteños, de una arquitectura de la época del caucho que se complementa y se mimetiza con el entorno mismo de la ciudad y su naturaleza. Los mercados atestados de pobladores, ofrecen sus más coloridos y sustanciosos platos de comidas, donde se puede encontrar la más variada gama de carnes y peces; el famoso pacumuto o la tripa rellena, la panza frita, el queperí, la ubre; el paiche, el pacú, la yatorana, la piraña y otras especies que siempre están en la mesa de los comensales, que pueden satisfacer a los paladares más exigentes.

Durante el día podemos refrescarnos dándonos un baño frío, o en su defecto pasear en motocicleta, que en algunos días, es la única forma de lograr una brisa fresca que nos haga pasar el calor de los más de 35 grados que normalmente marca el termómetro. Otra actividad casi obligada, es la visita al Prado, un lugar de recreación y contacto con la naturaleza, que anida a dos hermosos arroyos, uno de agua fría y otro de agua tibia; este lugar sin igual, está a solamente 5 kilómetros de Riberalta y siempre cuenta con una masiva concurrencia que disfruta el balneario. Como otra interesante alternativa, está el paseo en canoa, deslizador o en cualquier otra embarcación por el río Beni, para admirar la unión con el río Madre de Dios, que más abajo llega a llamarse río Madera, siendo el más grande de la cuenca amazónica en nuestro territorio. En los meses de agosto y septiembre surgen hermosas playas que son atestadas por bañista locales y visitantes.
    
Tumichucua, un lugar indescriptible por su belleza; con un lago de aguas verdes y cristalinas y una isla paradisíaca en el centro, es un sitio exótico y placentero para quien tiene la suerte de visitarlo. Si se quiere permanecer más tiempo en esta fantasía natural, se puede encontrar posada en la misma comunidad, donde recibirá una atención de amigo más que de cliente y le ofrecerá variados platos típicos, acompañados de bebidas al hielo y un servicio de karaoke. En las orillas del lago Tumichucua (isla de las palmeras en lengua tacana), el Vicariato Apostólico de Pando ha instalado un Centro de Retiro Ecológico y se proyectan otras inversiones en la construcción de importantes infraestructuras eco-turísticas tanto prvadas como comunitarias.

En Riberalta por las noches las juergas y buris (fiesta bailable) en casas particulares, karaokes y discotecas, son la mejor receta para pasarla de maravilla, pues siempre habrá cambit@s a quien conquistar y muchos amigos con quien celebrar, es posible también dar una serenata a alguna hermosa chica del lugar, que es la mejor forma de declararle su amor, con la guitarra en mano y la voz de su corazón. En su defecto, la pesca y la caza nocturna son otras propuestas muy tentadoras a la hora de escoger una actividad para pasar el tiempo.

A menos de una centena de kilómetros de Riberalta se encuentra Cachuela Esperanza, una población atestada por los fantasmas de su pasado, donde el empresario Nicolás Suárez, formó un emporio económico, basado en la explotación del caucho o goma elástica. Hoy es un lugar con una historia que narrar y una arquitectura antigua que mostrar; posee una de las iglesias más curiosas que se conoce, pues conforme a lo mencionado por Jesucristo, está construida íntegramente sobre una sola roca. Los lugareños cuentan a la luz de la luna, las tantas leyendas de un pasado no muy lejano, de un Nicolás Suárez que vendió su alma al diablo para obtener fortuna, y de las ánimas que deambulan por los tenebrosos y solitarios caserones.

Cachuela Esperanza está situada a orillas del río Beni, donde se encuentra la más portentosa cachuela del país, la misma que inspiró a un anónimo viajero los célebres versos del vals "en las playas desiertas del Beni". En estos tumbos se yerguen obstáculos para la navegación, contando con un desnivel de hasta 11 metros de altura, razón por la cual se habla de un discutido proyecto para construir una hidroeléctrica, que suministrará energía a todo el norte boliviano, con perspectivas de exportar al Brasil.
   
Guayaramerín, ciudad situada en la frontera entre Bolivia y Brasil, sobre la margen izquierda del río Mamoré, en tiempo seco muestra imponente una cachuela. La vida nocturna en esta población es bastante agitada, bellas discotecas, restaurantes de calidad y una atención de primera en sus hoteles, hacen de este lugar una tentación para pasar unas vacaciones inolvidables, asimismo el intercambio comercial con el Brasil, es intenso y ventajoso para hacer compras. Guayaramerín (significa cachuela pequeña en lengua indígena) posee un arroyo de aguas cristalinas que invitan a darse un chapuzón y disfrutar de su frescura, como la mejor opción para contrarrestar el calor. Los paseos en lanchas-deslizadoras y el cruce al Brasil en las "catrayas", nos muestran un espectáculo inolvidable del gran río Mamoré junto a las bravías olas que construyen un vaivén.

En estos parajes del norte Amazónico, comunidades indígenas luchan arduamente para poder subsistir y conservar su cultura, tradiciones y creencias. Cazan con sus armas originarias, arcos y flechas, lanzas y dardos envenenados que le traen la posibilidad de seguir sobreviviendo en un mundo que no guardó un lugar para ellos. Estos héroes amazónicos, perduran en el tiempo contra vientos e inundaciones, enseñando que cuidar la casa grande (el bosque), es asegurar el futuro de nuestros hijos. Indígenas ese ejja, araona, chácobo, pacahuara, cavineño, tacana y otros, aún nos recuerdan que existe una naturaleza que cuidar y conservar.

Está por demás decirles que la hospitalidad es algo muy natural en los pobladores de la Amazonía; quien ha tenido la posibilidad de estar por aquellos lejanos lugares, puede comentarle la experiencia sin parangón que tuvo, y si no encontrara a alguien que le cuente su aventura, es porque el visitante decidió quedarse en la Amazonía y nunca más volver.

FUENTE: Portal Amazonía
FECHA: 18 de agosto de 2013

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